jueves, 25 de febrero de 2010

LA MUERTE Y LA VIDA EN EL PURGATORIO - en you tube -



INSTRUCCIÓN V
LA MUERTE Y LA VIDA EN EL PURGATORIO

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Entre todas las incertidumbres que son la característica de este mundo, hay una sola certeza: la Muerte. En un tiempo u otro, después de una vida más o menos larga, llega la terminación de ese aspecto material de nuestra existencia, que no es más que nacer a un mundo nuevo, así como lo que calificamos "nacimiento" no es más que según las hermosas palabras de Worsdsworth, un olvido del pasado.

Birth is but a sleep and a forgetting
The Soul thet rises us, our life´s Star,
Has elsewhere had its setting,
And cometh from afar:
Not in entire forgetfulness,
And not in utter nakedness;
But trailing clouds of glory do we come
From God, who is our home:
Heaven lies about us in our infancy!
Shares of the prison-house begin to close
Upon the growing boy;
But still he sees the light, and whence it flows,

(*) El nacimiento no es más que un sueño y un olvido. El alma que se eleva con nosotros, nuestra estrella-vital, tiene en todas partes su poniente, y vino de muy lejos. No llenos de olvido ni en completa desnudez, sino de las nubes de gloria es de donde venimos; de Dios que es nuestro hogar. El cielo está sobre nosotros en la infancia. Las sombras de la cárcel empiezan a cernirse sobre el hombre naciente, pero aún ve la luz, ve de donde fluye. Y la siente en su alegría. El joven que viene del Oriente debe seguir adelante. Es el sacerdote de la Naturaleza. Y esa visión espléndida lo espera en su camino.
Por fin el hombre percibe su crepúsculo y la ve sumergirse en la luz del pleno día.

He feels it in his joy;
The youth, who daily farther - from the East
Must travel, still in Nature's priest,
and by the vision splendid,
Is on his way attended;
At length the man perceives it die away,
And fade into the light of common day.

El nacimiento y la muerte pueden considerarse como el paso de la actividad humana de un mundo a otro, y depende de nuestra propia situación el que designemos tal cambio con el nombre de nacimiento o muerte. Si el alma entra en el mundo en el que estamos viviendo, decimos que nace; si deja nuestro plano de existencia para entrar en otro mundo, decimos que muere; pero para el alma, el pasar de un mundo a otro no es más que trasladarse de una ciudad a otra. Ella vive inmutable, únicamente su medio ambiente y condiciones son las que han cambiado.
El paso de un mundo a otro se realiza a menudo más o menos inconscientemente, como en el sueño, según dice Wordsworth, y por esa razón nuestra percepción interior queda fija sobre el mundo que hemos dejado. En la infancia el cielo está sobre nosotros en
realidad; los niños son todos clarividentes durante un tiempo más o menos largo después de nacer, y cualquiera que pasa por las puertas de la muerte tiene aun ante sí el mundo material durante algún tiempo. Si pasamos por ellas en pleno vigor físico, con fuertes lazos de familia, amigos u otros intereses, el mundo denso continuará atrayendo nuestra atención mucho más tiempo que si la muerte hubiera ocurrido en la "madurez de la senectud. Cuando los lazos terrestres han quedado cortados aún antes de producirse ese cambio que llamamos muerte. Según el mismo principio la simiente se adhiere a la pulpa de una fruta verde, mientras que es facilísimo despegarla de la fruta madura. Por lo mismo es mucho más fácil morir en avanzada edad que en la juventud.
La inconsciencia que sigue generalmente al cambio de nacer o morir es debida a nuestra incapacidad para ajustar el foco instantáneamente, y es semejante a la dificultad que experimentamos al pasar de una habitación obscura a un sitio bien iluminado o viceversa.
En tales casos siempre transcurre algún tiempo antes de que podamos distinguir los objetos en torno nuestro; y así sucede con el recién nacido o con el recién muerto: ambos tienen que, ajustar su foco a las nuevas condiciones.
Cuando llega el momento que marca la plenitud o completación -permítase la palabra- de la vida en el Mundo Físico, la utilidad del cuerpo denso termina y el Ego se retira de él por la cabeza, llevándose consigo la mente y el cuerpo de deseos, en la misma forma que lo hace todas las noches durante el sueño, pero ahora el cuerpo vital es inútil, así que también se retira, y cuando el "cordón plateado" que une los vehículos superiores a los inferiores se rompe, ya no puede soldarse más.
Recordemos que el cuerpo vital está compuesto de éter superpuesto sobre los cuerpos densos de las plantas, del animal y del hombre durante la vida. El éter es materia física y por lo tanto pesa. La única razón por la que los hombres de ciencia no pueden pesarlo es porque son incapaces de juntar cierta cantidad para ponerlo en una balanza. Pero cuando se deja el cuerpo denso al morir tiene lugar una disminución de peso en todos los casos, mostrando que algo ponderable, pesado, si bien invisible, ha abandonado el cuerpo en ese momento.
En 1906 el doctor McDougall, de Boston, pesó cierto número de personas agonizantes, poniéndolas junto con sus lechos en una balanza que después equilibraba con pesos. Y se notó que el platillo que tenía los pesos bajaba súbitamente cuando los agonizantes exhalaban su último aliento. Enseguida se esparció la noticia por los Estados Unidos de que el alma había sido pesada, cosa que nunca podrá realizar nadie, porque el alma no está regida por las leyes físicas.
Últimamente, el profesor Twining, de Los Ángeles, creyó pesar el "alma" de un ratón, pero lo que los científicos pesaron realmente fue el cuerpo vital que abandona al cuerpo denso al morir.
Débese decir una palabra respecto al tratamiento de las personas agonizantes que sufren angustias indecibles en muchos casos debido al cariño malentendido de sus amigos.
Administrar estimulantes es una u otra forma al agonizante produce a éste muchísimos sufrimientos. No es doloroso el salir del cuerpo pero los estimulantes tienen el efecto de apresar al Ego y obligarlo a entrar en el cuerpo con la violencia de una catapulta, haciéndolo experimentar de nuevo los sufrimientos de que acababa de escapar. Almas que ya han partido se han quejado de ello a los investigadores y una de aquéllas agregó que nunca había sufrido trato en toda su vida como cuando se la obligó a esta agonizando así durante muchas horas. Lo único razonable es dejar que la Naturaleza siga sola su curso cuando se ve que el fin es inevitable.
Otro pecado y más grave aún contra el Espíritu que se va, es dar rienda suelta a los gritos y lamentaciones de los que están cerca o en la habitación del muerto.
Precisamente, después de libertarse, el Ego está ocupado durante algunas horas o días en un asunto de la mayor importancia.; la mayor parte del valor de la vida que acaba de terminar depende de la atención que aquél pueda prestar entonces. Si los sollozos o lamentaciones de sus seres queridos lo distraen, perderá mucho, como veremos, pero si se le fortalece con la oración y con el silencio podrá librársele de muchas tristezas en el futuro. Nunca seremos tan hermanos suyos como cuando esté pasando a través de ese Getsemaní y si lo amamos sabiamente nos haremos acreedores a su gratitud siguiendo las instrucciones mencionadas.
El hombre ha estudiado el fenómeno del nacimiento y ha creado una ciencia del nacer.
Tenernos obstétricos calificados y parteras prácticas para comodidad del hijo y de la madre, para que ambos se encuentran confortablemente, pero es muy triste decirlo, necesitamos todavía una ciencia del morir. Cuando un niño va a venir al mundo desplegamos nuestra actividad en inteligentes esfuerzos; cuando un amigo querido va a dejarnos nos quedarnos sin saber que hacer, sin poder ayudarlo o favorecerlo de alguna manera, y, lo que es peor que todo, nos lamentamos y le producirnos sufrimiento en vez de ayuda.
La ciencia física sabe que sea cual fuere la fuerza o poder que mueve al corazón no viene de afuera, sino que está dentro de ese órgano. El ocultista científico ve una cámara en el ventrículo izquierdo, cerca del ápice, en la que un pequeño átomo nada en un mar del éter más elevado. La fuerza de ese átomo, como las fuerzas de todos los demás átomos, es la vida indiferenciada de Dios; sin esa fuerza el mineral no podría modelarse en cristales, los reinos vegetal, animal y humano no podrían formar sus cuerpos. Cuanto más profundamente miramos tanto más claro se nos hace esa verdad fundamental de que en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
Ese átomo se llama el "átomo-simiente". La fuerza que está en el mueve al corazón y mantiene vivo al organismo. Todos los demás átomos del cuerpo entero deben vibrar a tono con ese átomo. Las fuerzas del átomo-simiente han sido inmanentes en todos los cuerpos densos poseídos por el Ego particular a quien pertenecen sobre esa plástica tablilla están inscritas todas las experiencias del Ego en todas sus vidas. Cuando volvamos a Dios, cuando todos nosotros nos hayamos convertido en uno con Dios, una vez más, esos registros que son especialmente los recuerdos de Dios subsistirán aún, y de esta manera retendremos toda nuestra individualidad. Nuestras experiencias las trasmutamos, como se describirá, en facultades; el mal se trasmuta en bien y el bien lo retendremos como poder para un bien mejor, pero el registro de las experiencias es de Dios y está en Dios, en el más íntimo sentido de la palabra.
El "cordón plateado" que une los vehículos superiores a los inferiores termina en el átomo-simiente en el corazón. Cuando la vida material llega a su fin en forma natural las fuerzas del átomo simiente se retiran pasando por el nervio pneumogástrico, la parte posterior de la cabeza y por el cordón plateado, junto con los demás vehículos. Su ruptura en el corazón marca la muerte física, pero el cordón plateado no se rompe enseguida, pues en algunos casos subsiste durante varios días.
El cuerpo vital es el vehículo de la percepción sensorial y, como quiera que permanece con el cuerpo de sensación y el cordón etérico los conecta aún con el abandonado cuerpo denso, es evidente que hasta que el cordón se corte debe haber cierta sensación que puede experimentar el Ego posiblemente si se molesta a su cuerpo denso. De esta manera se le puede producir dolor al extraerle la sangre o al inyectarle fluidos para embalsamarlo, cuando se abre el cuerpo para la autopsia o cuando se lo quema.
El autor conoce un caso en el que un cirujano amputó tres dedos a una persona (viva) anestesiada. Luego arrojó los dedos cortados al fuego e inmediatamente el paciente comenzó a sentir un escozor, debido a que la rápida desintegración de los dedos materiales produjo una desintegración igualmente rápida de los dedos etéricos que los conectaban a los vehículos superiores. De la misma manera cualquier otra molestia afecta al Espíritu desencarnado desde pocas horas hasta tres días y medio después de la muerte. Entonces se corta toda conexión y el cuerpo comienza a desintegrarse.
Por lo tanto, hay que tener sumo cuidado de no producir molestias al espíritu haciendo tales cosas. Si las leyes u otras circunstancias no permiten se conserve el cadáver quieto en la habitación donde tuvo lugar la muerta, durante pocos días, puédesele enterrar por algún tiempo al menos entonces tratarlo en la forma que se quiera. La quietud y la oración son de enorme beneficio y si amamos sabiamente, al Espíritu que ha partido podemos hacemos acreedores a su gratitud póstuma siguiendo esas indicaciones.
En la Instrucción III dijimos que el cuerpo vital es el que tiene las memorias conscientes y subconscientes a la vez; sobre ese cuerpo quedan grabadas indeleblemente todas las experiencias y actos de la vida pasada, como si fuera una placa fotográfica . Cuando el
Ego lo retira del cuerpo denso, toda la vida se abre el ojo de la mente, tal como la tiene registrada la memoria consciente. La separación parcial del cuerpo vital es lo que una persona que se esté ahogando vea toda su vida pasada, pero entonces la ve únicamente como un relámpago, el que cede a la inconsciencia: el cordón plateado permanece intacto pues de lo contrario no habría resurrección posible. En el caso de un, Espíritu agonizante, el movimiento es más lento; el hombre permanece como un espectador mientras se suceden las imágenes unas a otras, desde la muerte al nacimiento; así se ven primeramente, los sucesos recién anteriores a la muerte, después los años de la virilidad se van desarrollando hacia atrás; juventud, adolescencia e infancia le siguen, hasta que se termina por el nacimiento.
El hombre, sin embargo, no tiene el menor sentimiento sobre ello en ese intervalo; el fin perseguido es sencillamente que el panorama se imprima en el cuerpo de deseos, que es el asiento del sentimiento, y de esa impresión se sacará el sentimiento cuando el Ego entre en el Mundo del Deseo, pero débese notar que la intensidad del sentimiento realizado depende de la longitud de tiempo empleado en el proceso de imprimirlo y de la atención prestada por el hombre a ello. Si no se le molesta durante un largo período de tiempo con llantos, ruidos e histerismos, se producirá una impresión clara y nítida sobre el cuerpo de deseos. Entonces sentirá el mal que ha hecho mucho más agudamente en el Purgatorio y vigorizará muchísimo más sus buenas cualidades en el Cielo , y aunque la memoria se pierda en la vida futura, el sentimiento subsistirá, en esa "silenciosa y constante voz" interna. Si los sentimientos se hubieran impreso fuertemente en el cuerpo de deseos del Ego, esa voz hablaría en términos claros y precisos. Lo impelería irresistiblemente obligándolo a desistir de hacer lo que le produjo un dolor en la vida anterior, impulsándolo en ea hacer lo que es bueno. Por lo tanto, el panorama se descorre hacia atrás para que el Ego vea primero los efectos y después las causas subyacentes.
En cuanto a lo que determina la duración del panorama debemos recordar que la paralización del cuerpo vital es lo que forzó a salir a los vehículos superiores después de
la muerte, así que, ahora también, cuando el cuerpo vital se paraliza, el Ego se ve obligado a retirarse y el panorama termina. La duración del panorama depende, por lo tanto, del tiempo que una persona pueda mantenerse despierta cuando es necesario.
Algunas personas sólo pueden estar despiertas pocas horas, otras pueden estarlo durante algunos días, dependiendo ello de la fuerza de su cuerpo vital.
Cuando el Ego ha dejado su cuerpo vital, éste es atraído por el cuerpo denso, y aquél queda flotando sobre la tumba, sincrónicamente con el segundo, y es una visión nauseabunda para un clarividente, el pasar por un cementerio y contemplar esos cuerpos vitales cuyo estado de putrefacción indica claramente el estado del cadáver físico. Si hubiera más clarividentes, se adoptaría enseguida la cremación, como medio de proteger nuestros sentimientos, ya que no por razones sanitarias.
Cuando el Ego se ha libertado del cuerpo vital, su último lazo con el Mundo Físico se rompe y entonces penetra en el Mundo del Deseo. La forma ovoide del cuerpo de deseos cambia ahora asumiendo una semejante a la del perdido cuerpo denso.
Existe, no obstante, una disposición particular de los materiales de que está formado, lo que es muy significativo respecto a la clase de vida que se tendrá allí.
El cuerpo de deseos del hombre está compuesto por materia de todas las siete regiones del Mundo del Deseo, así como un cuerpo denso está formado por sólidos, líquidos y gases de este mundo, pero la cantidad de materia de cada región que entra en la composición del cuerpo de deseos del hombre, depende de la naturaleza de los deseos que él haya abrigado. Los deseos groseros están formados por materia de deseos densa, que pertenece a la región inferior del Mundo del Deseo. Si un hombre ama groseramente construye un cuerpo de deseos grosero, en el que predominará la materia de las regiones inferiores. Pero si con constancia y persistencia va desprendiéndose de sus deseos groseros, alimentando únicamente los puros y buenos, su cuerpo de deseos se irá componiendo de materiales de las regiones superiores. Actualmente no hay ningún hombre que sea completamente malo; pero hay cierta diferencia en nuestros cuerpos de deseos.
En los de algunos predomina la materia inferior mientras que en otros el material sutil es el que prevalece; y ésto es lo que establece todas esas diferencias de ambiente y de estado del hombre que penetra en el Mundo del Deseo después de la muerte, porque entonces la materia del cuerpo de deseos, si bien tomó la forma del abandonado cuerpo denso, al mismo tiempo se dispone por sí misma de tal manera que la materia más sutil que pertenece a las regiones superiores del Mundo del Deseo forma el centro del vehículo, mientras que la materia de las tres regiones más densas está en la periferia. Cuando la vida terrestre del Ego termina, éste desarrolla una fuerza centrífuga que lo liberta de sus vehículos, según el mismo principio que hace que un planeta arroje de sí al espacio las partes que se han cristalizado o densificado en demasía. En esa forma se desprende primeramente de su cuerpo denso. Cuando entre en el Mundo del Deseo esa fuerza centrífuga obra en tal forma que impulsa a la substancia más densa del cuerpo de deseos hacia la periferia, y de esta manera el hombre se ve obligado a permanecer en las regiones inferiores hasta haberse purificado de sus deseos groseros, los que estaban encarnados en la materia más densa de deseos. Dicha materia se encuentra siempre en la periferia del cuerpo de deseos mientras se pasa por el Purgatorio y gradualmente se ve eliminado por la fuerza centrífuga purificadora; la fuerza de Repulsión que separa al hombre del mal, permitiéndole entonces ascender al Primer Cielo situado en la parte superior del Mundo del Deseo, en la que la fuerza de Atracción es la única que domina, adhiriendo al Ego todo lo bueno de la vida pasada como poder anímico. La parte abandonada del cuerpo de deseos subsiste como un "cascarón" vacío.
Cuando el Ego ha dejado su cuerpo denso, éste muere rápidamente. La materia física queda inerte desde el momento en que se la priva de su energía estimulante y vivificadora y se disuelve como forma. No sucede así con la materia del Mundo del Deseo; una vez que se le ha comunicado vida, esa energía subsistirá durante un tiempo considerable después de haber cesado el influjo vivificante, dependiendo su duración del poder de aquel influjo. El resultado es que después que el Ego ha abandonado esas "cáscaras' éstas subsisten durante un tiempo más o menos largo. Viven una vida independiente y si el Ego al que pertenecían era muy dado a deseos mundanos o murió en la flor de la vida con intensas e insatisfechas ambiciones, el cascarón sin alma muy a menudo ha esfuerzos desesperados para volver al Mundo Físico y muchos de los fenómenos de las sesiones espiritistas son debidas a esos cascarones. El hecho de que las comunicaciones recibidas de muchos de esos llamados "Espíritus" carezcan de sentido, explica difícilmente la cosa si tenemos en cuenta que no son Espíritus absolutamente sino únicamente partes sin alma de las vestiduras del Espíritu ido. Tienen memoria de la vida pasada, debido al panorama que en esos cascarones se imprimió después de la muerte y eso les permite, a veces, imponerse a la familia del difunto relatándoles incidentes sólo de ella conocidos, pero el hecho es que no son más que un vestido gastado del Ego, dotado de vida independiente durante algún tiempo.
No siempre, sin embargo, permanecen esos cascarones sin alma, porque hay diferentes clases de seres en el Mundo del Deseo, cuya evolución se desarrolla naturalmente allí.
Los hay buenos y los hay malos, como entre los hombres. Generalmente se los clasifica bajo el nombre de "elementales", aunque difieren muchísimo en apariencia, inteligencia y características. Trataremos de ellos solamente en cuanto su influencia afecta a los estados post-mortem del hombre.
Ocurre algunas veces, especialmente cuando el hombre ha tenido la costumbre de invocar Espíritus, que estos seres tomen posesión de su cuerpo denso en la vida terrestre y lo conviertan en un médium irresponsable. Al principio, generalmente lo deslumbran con enseñanzas aparentemente elevadas, pero gradualmente lo conducen a una horrenda inmoralidad y lo que es peor que todo, toman posesión de su cuerpo de deseos apenas lo ha abandonado para ascender al Primer Cielo.
Como los impulsos contenidos en el cuerpo de deseos son la base de la vida celeste y también los resortes de la acción que obligan al hombre a renacer para proseguir su crecimiento esto es por supuesto, un asunto muy grave, porque toda la evolución del hombre puede estancarse durante edades antes de que el elemental se desprenda de ese cuerpo de deseos.
Estos elementales son los que producen muchos de los fenómenos espiritistas, en los que se despliega más inteligencia de la que puede exteriorizar un simple cascarón sin alma, y especialmente en las materializaciones, por lo menos. Aunque los cascarones puedan tomar parte, los fenómenos están siempre dirigidos por un ser inteligente. La diferencia entre un médium materializador y una persona ordinaria es que la conexión entre el cuerpo denso y el cuerpo vital es más débil en el médium, así que se puede sacar parte del cuerpo vital del último y a veces hasta gases y líquidos del cuerpo denso del médium empleándolos para formar los cuerpos de las apariciones. Esta extracción el proceso de envolverse en los cascarones lo realizan generalmente los elementales, quienes extraen el cuerpo vital del médium por el bazo. Por regla general el cuerpo de un médium se debilita muchísimo en consecuencia. Cuando el cuerpo denso queda privado de su principio vital se agota terriblemente y por desgracia el médium trata muy a menudo de restaurar el equilibrio tomando bebidas fuertes, convirtiéndose al fin en un borracho incorregible.
En la Instrucción IV se indicaron los peligros que entraña el dejar que un hipnotizador domine nuestra voluntad y nos prive de la libertad, pero en ese caso la víctima puede verlo por lo menos, y puede formarse una opinión sobre el hipnotizador que la domina. En el caso del médium el peligro está multiplicado mil veces, porque no se puede ver cual es la influencia dominadora, La muerte del hipnotizador liberta a sus víctimas, pero el mayor peligro para el médium existe después de la muerte. Por lo tanto un estado negativo en el que todo el cuerpo o aunque más no sea que la mano de una persona es usada mecánicamente, sin contar con la voluntad individual es muy arriesgado. No negamos que a veces hay comunicaciones genuinas provenientes del Espíritu ido, o que se producen benévolas informaciones que vienen de seres que no están bajo el dominio de nuestra voluntad, pero nuestro propósito es señalar los peligros que corren aquéllos que no conocen el asunto. Los filántropos no están a montones en el Mundo del Deseo, así como tampoco son muy numerosos aquí. Positivamente, la mayoría de esos seres no son ni grandes ni buenos, ni mucho menos ángeles, si gozan golpeando las orejas de los asistentes con los sombreros o echándoles agua en el cuello o hacen cualesquiera otras travesuras de las que se ven tantas en las sesiones espiritistas; esos titulados Espíritus o son cascarones sin alma o elementales inferiores.
Cuando el hombre está en el Mundo del Deseo es el mismo hombre desde todo punto de vista que antes de morir, con una sola excepción. Cualquiera que lo viera allí lo reconocería si lo hubiera conocido antes aquí. No hay poder transformador alguno después de la muerte; el carácter del hombre no ha cambiado, el vicioso y el bebedor son tan viciosos y disipados como lo eran aquí, el avaro sigue siendo avaro, el ladrón también es la pero hay un grande e importante cambio en todos ellos; han perdido su cuerpo denso y eso marca toda la diferencia en cuanto a la gratificación de sus diversos deseos. El borracho no puede beber; carece de estómago y aunque vaya y se meta en un barril de whisky en alguna taberna, como lo suele hacer, no encuentra la menor satisfacción, porque el whisky no produce en el barril las emanaciones que se producen durante la combustión química en el canal alimenticio. Entonces trata de ver el efecto que le produce el meterse en el cuerpo denso de algún borracho de la tierra. Esto lo consigue fácilmente porque el cuerpo de deseos está constituido en tal forma que no hay el menor inconveniente en que ocupe el mismo espacio junto con otra persona. Las personas muertas se molestan al principio cuando alguno de sus amigos se sienta en la misma silla que están ocupando ellos, pero después de cierto tiempo aprenden que no es necesario salir de una silla porque otro vaya a sentarse en ella.
Esto no molesta absolutamente al cuerpo de deseos que ya está sentado; ambas personas pueden ocupar la misma silla sin verse por ello molestadas en sus respectivos movimientos. Así que el bebedor entra en el cuerpo de deseos de otros que están bebiendo, pero ni aún esto le produce satisfacción alguna y por consiguiente sufre los tormentos de Tántalo, hasta que por último el deseo se quema a sí mismo por falta de gratificación, como cualquier otro deseo, aún en la misma vida física.
Esto es el "Purgatorio", y se notará que no hay deidad vengativa alguna ni ningún diablo que castigue, sino que los malos deseos cultivados en la vida terrestre, imposibles de gratificar en el Mundo del Deseos, son los que producen esos sufrimientos hasta el momento en que se queman por sí mismo. Este sufrimiento es estrictamente proporcional a la fuerza del mal hábito. Tomemos el caso del avaro; ama al oro tan intensamente después de la muerte como antes, pero ya no puede juntar más; no tiene manos físicas Para tomarlo, ya no puede proteger lo que tenía. Puede sentarse ante su caja de hierro y ponerse a observarlo, pero sus herederos quizás vengan y le echarán mano, llevándose su querido oro y riéndose del "viejo miserable", mientras éste está cerca sufriendo un espasmo de rabia y mortificación. Por último, sin embargo, aprende a contenerse; automáticamente se va purificando de su avaricia, como el bebedor de su amor a la bebida, mediante la Ley de Consecuencia, la que borra los defectos o faltas de una persona en forma impersonal. En verdad no hay castigo alguno, todo sufrimiento es debido a los hábitos adquiridos, y está estrictamente proporcionado a ellos.
Benévolamente la ley nos quita nuestros defectos, así que debido a esa purificación nacemos inocentes y podemos adquirir más fácilmente la virtud cuando de nuevo seamos tentados, escuchando la voz de la conciencia que nos previene. Cada mal acto, por lo menos es un acto voluntario.
Mientras nuestros malos hábitos son tratados de esa manera nuestras acciones malas específicas de la vida pasada son tratadas en la misma forma automática por medio del panorama de la vida impresa en el cuerpo de deseos. Ese panorama comienza a desarrollarse hacia atrás desde la muerte al nacimiento, después de nuestra entrada en el Mundo del Deseo. Y se desarrolla hacia atrás a una velocidad tres veces mayor que la de su vida física, así que un hombre que haya vivido 60 años vivirá de nuevo su vida pasada en el Mundo del Deseo en unos 20 años.
Recordaremos que cuando se contemplaba ese panorama recién después de morir no había ningún sentimiento sobre él, permaneciendo meramente como espectador, mirando las imágenes conforme se desarrollaban. No sucede así cuando aparecen en su conciencia en el Purgatorio. Allí el bien no hace impresión alguna pero todo lo malo reacciona sobre él de tal manera que en las escenas donde hizo sufrir a otro él mismo se siente herido. Sufre todos los dolores y agonías que sintió su víctima en la vida y como la velocidad de su vida es triple aquí, así también su sufrimiento es tres veces mayor. Y es aún más agudo porque el cuerpo denso es de tan baja intensidad vibratorio que obstaculiza hasta el sufrimiento, pero en el Mundo del Deseo, donde no hay cuerpo físico el sufrimiento es más intenso, y cuanto más nítida fue la impresión de la vida pasada en el cuerpo de deseos al morir, tanto más sufrirá el hombre y tanto más claramente sentirá en sus vidas posteriores que toda transgresión de la ley debe evitarse.
Hay un aspecto especial de este sufrimiento que añade algo a su carácter de suyo desagradable. Si en una vida el hombre ha injuriado a dos personas al mismo tiempo y una está viviendo en Maine y otra en California, cuando el injuriador está pasando por la realización purgatorial de los sufrimientos que les causó, sentirá como si él mismo estuviera presente ante las dos a la vez, como si una parte de él estuviera en Maine y la otra en California. Esto le proporciona un sentimiento indescriptible de estar hecho pedazos.
Hay dos clases de personas para quienes el proceso purgatorial no comienza inmediatamente: los suicidas y los asesinados. En el caso de un suicida aquél no comienza hasta que llegue el tiempo en el que el cuerpo debió morir según el curso natural de los acontecimientos, pero en el ínterin sufre las consecuencias de su acto de una manera tan horrenda como peculiar. Siente como si estuviera vacío, por decirlo así, como si habitara una región dolorosa, debido a que la actividad del arquetipo de su forma continúa en la Región del Pensamiento Concreto. Cuando una persona, joven o vieja, muere naturalmente o por accidente, la actividad arque-típica cesa; los vehículos superiores sufren una modificación al morir, así que la pérdida del cuerpo denso en sí misma no produce sentimiento alguno de molestia; pero el suicida no experimenta tal modificación hasta que el arquetipo de su cuerpo cesa de trabajar en el momento en el que debió ocurrir la muerte natural. El espacio que su cuerpo denso debía ocupar está vacío, porque el arquetipo está hueco, y esto hace sufrir indescriptiblemente. Así, pues, aprende que no es posible escaparse de la escuela de la vida antes de tiempo sin atraerse consecuencias desagradables, y en sus vidas posteriores cuando su sendero le parezca muy difícil, recordará en su alma el cobarde atentado de escapar por medio del suicidio, lo que sólo lo produjo aumento de sufrimientos.
Hay personas que se suicidan por razones desinteresadas, para librar a otros de una afrenta, y por supuesto obtienen por ello una recompensa en otra forma, pero no pueden escapar al sufrimiento del suicida así como el hombre que penetra en un edificio ardiendo para salvar a otros no está por ello inmune de quemarse.
La víctima del asesino se libra de este sufrimiento porque se queda en estado comatoso por regla general, hasta el tiempo en el que la muerte natural debió ocurrir, y se tiene cuidado de ella en ese respecto, así como de las víctimas de los llamados accidentes,
pero estas últimas tienen conciencia inmediatamente o poco después de su muerte. Si el asesino es ejecutado entre el tiempo en el que ocurrió el asesinato y el momento en el que su víctima debió morir naturalmente, el cuerpo de deseos en estado comatoso de la última es atraído magnéticamente hacia su matador, siguiéndolo dondequiera que éste vaya, sin un momento de respiro. La escena del asesinato está siempre ante él produciéndole sufrimientos y angustias indecibles que inevitablemente acompañan a esa
representación incesante de su crimen con todos sus horrendos detalles. Y ese estado de cosas continúa durante un intervalo correspondiente al período de vida de que privó a su víctima. Si el asesino se ha librado de la horca, de manera que la víctima ha pasado más allá del Purgatorio antes de que aquél muera, el "cascarón" de su víctima subsiste para jugar la parte de Némesis en el drama del crimen revivido.
De esta manera queda el Ego purgado de todos los males, por la acción impersonal de la Ley de Consecuencia y queda preparado para entrar en el cielo y fortalecerse en el bien tal como se ha debilitado en el mal.

del libro "Cristianismo Rosacruz", de Max Heindel


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